Galería 3d

sábado, 20 de noviembre de 2010

OTROS TEXTOS SOBRE ARTE: LA MUERTE DEL ARTISTA

Para que una sociedad llegue a ser una sociedad artística es totalmente necesario que la figura del artista como creador omnipotente de iconos dignos de ser admirados por el público mayoritario debe ser eliminada.

Las conclusiones a las que he llegado tras una profunda autocrítica han sido las siguientes:

-Hasta ahora el artista era un creador de experiencias artísticas, único ser capaz de crear arte de entre su grupo de expresión artística, pero que a su vez se encontraba sometido a la demanda de dicha expresión artística y su prolongada permanencia. El artista siempre se ha debido a su público, al que nunca debía defraudar.

-La obra de arte se entrega como un objeto de lujo acabado en el cual, tan solo en algunas ocasiones, el espectador tiene la capacidad de interactuar, siempre a voluntad de los deseos del artista y dependiente de una unidad espacio temporal.

-La obra de arte se encuentra normalmente enclavada en un espacio específico, normalmente en un museo o una sala de exposiciones, en un lugar cerrado y elitista al cual la actual sociedad moderna, racionalista y consumista ha relegado el arte y al cual ha dejado de asistir con normalidad. El artista se convierte e un producto que se puede desechar y que forma parte de una agenda de ocio en el cual se encuentran enclavadas otras actividades. Es una opción y en casi ningún caso una referencia vital, sino algo secundario e incluso reprochable por una mayoría de la sociedad que considera el museo como algo elitista y para personas "cultas". Al igual que el lenguaje o el transcurso histórico, el arte debe ser una parte disuelta en la esencia social, ya que son parte de las características propias de lo esencial y genuinamente humano.

-La obra de arte actual se encuentra sujeta a la unidad de tiempo. Como objeto de consumo es pasajera en la experiencia diaria y se convierte por lo tanto en un objeto finito, con fecha de caducidad.

Como conclusión, propongo que el artista actual es en su gran mayoría, un ser superior intocable, que desde una alta atalaya ofrece su generosa donación artística al mundo, a unos espectadores que por sí mismos deciden si experimentan la experiencia artística que les ofrece el artista mediante una demanda consumista, cambiante y sujeta a modas. El arte ha dejado de cambiar por pura evolución y novedad artística para ser mediante las modas impuestas. Además, la obra de arte del artista-dios suele tener un carácter limitado a nivel espacio temporal.

Vistos los defectos del artista-dios y de su producto artístico, se puede llegar a la conclusión de que su método está caduco y es necesario establecer una profunda renovación. El artista ha muerto.

Para eliminar al artista-dios es necesario empezar por la raíz y contraponer al artista que ofrece su obra ya concluida a la sociedad, un artista que se disuelva en el entramado social, para que sea el propio entramado social el que genere, por estimulación artística, la obra de arte.

Así, la figura del artista-dios, el creador de la obra de arte, desaparece y se transforma en artista-estimulador que mediante la estimulación artística directa, dentro del propio entramado social y no en museos o actuaciones puntuales, despierte el entramado artístico, que es similar al histórico o lingüístico y que permanece aletargado por diversas razones, pero que no es inexistente. Así el artista-dios desaparece en favor de una sociedad creadora de estímulos artísticos individualizantes pero colectivizados que provocan un despertar de las mentes aletargadas por un entorno esencialmente tecnificado y deshumanizado. Creando así una nueva sociedad fundamentalmente artística pero también política y social, ya que el despertar del propio sentido artístico y estético provocará un cambio en la misma esencia del ser humano.

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