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martes, 16 de noviembre de 2010

ALGUNOS HOMBRES (ERAN) BUENOS. ESPERANZA

Es fácil hacer el bien cuando no implica nada, es fácil decir que somos buenos cuando nuestro sentido de la bondad es la opinión de la mayoría. Pero lo difícil, lo realmente valiente y bondadoso es cuando practicar la bondad te convierte en el enemigo.

¿Quién podía entrever la bondad en la Alemania nazi? Ahora con el paso del tiempo podemos ver qué no lo era en aquel reinado del terror, porque el tiempo es un juez sabio. Pero en aquel tiempo, cuando unos pocos hombres formaron la operación Valquiria, cuando sólo unos pocos hombres formaban la resistencia a Alemania desde la propia “boca del lobo”, cuando ellos podían entregar su vida a cambio tan solo de una esperanza, es entonces cuando la bondad era algo complicado, algo que casi nadie tenía el valor de hacer.

Aquellos hombres se convirtieron en hombres buenos, pues no fue el orgullo o las ansias e poder lo que les hacía avanzar, sino la fe en la paz. No hay nada más realmente arriesgado y bondadoso que arriesgar la propia vida para salvar la de los demás y es entonces, cuando llega la hora de los valientes, cuando se descubre que solo hay algunos hombres buenos y que son esos pocos hombres los que hacen que la humanidad no deje definitivamente de perder la esperanza en ella misma.

Es aquel que queda en pie cuando los demás huyen o se esconden ante la amenaza el que cree en aquello que defiende. Es nuestra propia vida la única que podemos ofrecer a una idea y siempre bajo nuestra propia voluntad. Es arriesgar nuestra vida por esas ideas lo que nos convierte en héroes.

Personalmente creo que la historia de la humanidad se ha construido gracias a estos héroes y no gracias a dirigentes y reyes. Pues la historia real no son las grandes naciones, que ya tienen escritas la fecha de su defunción incluso antes de ser creadas. Son las grandes personas, hombres y mujeres los que han colaborado al crecimiento del alma humana, que es nuestra verdadera evolución, son aquellos seres que nos dicen que siempre queda algo de esperanza.

Esperanza es sin duda mi palabra favorita, es la esperanza lo que nos ayuda a seguir adelante, es lo que nos convierte en buenas personas, pues en frente se encuentra la desazón y el descreimiento, sentimientos que nos convierten en seres individuales y avariciosos que solo se preocupan de sí mismos y procuran pasar por el mundo sin hacer demasiado ruido para no despertar a sus propios temores y a los peligros que le puedan acechar, es decir, para no despertar a lo desconocido, al futuro, a nuestro ofrecimiento por el bien del espíritu humano.

Esperanza es futuro, esperanza es espíritu, esperanza es creer en nosotros mismos y en los demás. Cuando desaparezca la esperanza del ser humano, desaparecerá el propio ser humano y será existencia sin sentido en el universo.

Es bastante peculiar el ser humano, somos capaces de lo mejor y de lo peor, quién diría que el animal más individualista de toda la naturaleza iba a ser también el ser más desprendido. En la naturaleza, por lo general, cada individuo del grupo lucha por salvar su propia vida y huir del cazador o del peligro que le acecha, sin pensar ni tan siquiera por un instante en su compañero. El ser humano, sin embargo, expresa dos sentimientos opuestos dentro de la misma especie, ya que mientras una mayoría incluso pasaría por encima del que cae por escapar del más mínimo peligro, existen unos pocos, que aún a sabiendas de que se juegan sus propias vidas, las arriesgarán e incluso las sacrificarán por salvar la de sus compañeros sin pedir, en la mayoría de las ocasiones, nada a cambio.

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